La cadena del ancla
La cadena del ancla
 [Cuento. Texto completo] Roberto Arlt
Cuando a fines del año 1935 visité Marruecos el tema general de las conversaciones giraba en torno a las actividades de los espÃas de las potencias extranjeras. Tánger se habÃa convertido en una especie de cuartel general de los diversos Servicios Secretos. En Algeciras comenzaba ya esa atmósfera de turbia vigilancia y contravigilancia que se extiende por toda Ãfrica costera al Mediterráneo. Entre las verÃdicas historias y aventuras de espÃas que me fueron narradas, ésta que se titula "La cadena del ancla" es la que conceptúo la más terrible.
Estaba una noche sentado en la mesa de un café de ese patio de calle que se llama el Zoco Chico de Tánger, en compañÃa de un hombre uniformado con el modestÃsimo traje azul de agente de hotel. Este hombrecillo, de ojos repletos de malicia, miraba pasar los burros de los indÃgenas entre las mesas, al tiempo que me decÃa caritativamente:
-En Ãfrica no hable nunca de polÃtica. DesconfÃe siempre y de todo el mundo.
Por seguir su consejo, empecé a desconfiar de él.